No existe perdón sin bondad

No existe perdón sin bondad. Yom Kipur 5781. MJL Toulouse, Francia.

Nuestra tradición nos enseña que Yom Kipur sólo perdona las ofensas entre el hombre y Dios. Yom Kipur no tolera los delitos cometidos entre personas. Para que estos sean perdonados, primero debemos pedir perdón a la persona ofendida. En otras palabras, el perdón de Yom Kipur no es todopoderoso, pero necesita nuestra cooperación, nuestra determinación de pedir perdón, de perdonar, de sanar las heridas entre nosotros hombres y mujeres, hermanos todos de una misma familia.

El perdón no es todopoderoso, ¿o quizás deberíamos mejor decir que el perdón no debe ser todopoderoso? Esta es una pregunta que me he hecho muchas veces durante el mes de Elul. Una pregunta que Lévinas despertó en mí. Lévinas dice en su difícil su obra difícil libertad:

«El mundo en el que el perdón es todopoderoso se vuelve inhumano»

¿Qué significa tal declaración? ¿No es acaso un modo de desmotivarnos ante el gran día que comenzamos hoy?

El Talmud nos enseña que existen ciertos límites al perdón.

En el Talmud, Yoma 87a, aprendemos que alguien que le pide perdón a su vecino no tiene que hacerlo más de tres veces. En otras palabras, si su vecino se niega a perdonarlo, no puede seguir insistiendo para siempre.

Para que entendamos tal disposición, el Talmud nos cuenta una historia. Una historia que nos presenta dos modelos de cómo animar a otros a pedir perdón.

El primero es el del rabino Zeira, que cada vez que alguien le ofendía, paseaba junto a él para ayudarle a admitir su error. Simplemente él se dedicaba a pasar junto a él, para que la otra persona recordara que le había ofendido. Se trataba de ayudar sutilmente a aquel que había causado un mal, y de promover sutil y delicadamente el perdón. Sin humillar a aquel que debe reconocer su error y pedir perdón.

Otro modelo, un modelo muy diferente al de Rabí Zeira, es el de Rav Abba.

Una vez, Rav Abba tuvo una fuerte discusión con su carnicero (probablemente el carnicero le había vendido carne de mala calidad). Yom Kipur estaba cerca y el carnicero aún no se había disculpado ante Rav, por lo que el rabino decidió visitar al carnicero en la tarde previa a Yom Kipur para «ayudarle» a pedirle perdón. Pero esta vez no con la misma delicadeza que practicaba el rabino Zeira.

Cuando Rav Huva, alumno de Rav Abba, vio que su maestro iba de camino a la carnicería con la intención de “forzar” la reconciliación con el carnicero, se dijo a sí mismo: “Rav está a punto de causar la muerte a alguien”.

Rav llegó a la carnicería y miró al carnicero. El carnicero, en su opinión, no tenía nada que lamentar y le pidió encarecidamente a Rav: “¡¡Fuera de aquí!! ¡No tengo nada de qué disculparme!”. Pero Rav estaba convencido de que el carnicero le había ofendido y que antes de la llegada de Yom Kippur, tenía que pedirle perdón y así promover la reconciliación entre ambos. Aunque el carnicero se negó a pedir perdón, Rav decidió perdonarlo y dijo: «Aunque tu no me pidas perdón, yo te perdono».

En este punto, el carnicero estaba matando a un animal, un hueso del animal salió y se clavó en la garganta del carnicero, causándole la muerte.

Es una de las historias más dramáticas del Talmud. Un rabino quiere perdonar a su carnicero, pero en lugar de lograr la reconciliación, provoca su muerte.

El rabino estaba convencido de que el carnicero le había hecho algo malo, y quería a toda costa que el carnicero le pidiera perdón, para poder perdonar, favorecer la reconciliación entre dos seres humanos, y poder así ir en paz a celebrar Yom Kipur. Sin embargo, el carnicero estaba convencido de que no había hecho nada malo, por lo que no veía la necesidad de disculparse.

Esta historia nos enseña que el perdón forzado es un ejemplo de violencia extrema que puede conducir a la muerte.

«El mundo en el que el perdón es todopoderoso se vuelve inhumano»

Ahora, quizás sea más fácil entender la frase de Lévinas. El perdón no puede reemplazar el recuerdo del dolor y el sufrimiento de las víctimas. El perdón solo tiene sentido cuando nace de la compasión por alguien que ha sufrido una injusticia. El perdón sólo tiene sentido cuando nace de “hesed”, de la bondad del corazón, y se ejerce con dulzura.

El perdón que se impone no es perdón sino violencia. El perdón que no olvida al que ha sufrido la injusticia, el perdón que no humilla a nadie, el perdón que se ejerce con la bondad del corazón, solo tal perdón tiene el poder de curar las heridas de un mundo roto.

Ahora que acabamos de comenzar un nuevo año y estamos celebrando en el amor de la comunidad el día del gran perdón, resolvamos practicar el perdón, no como una forma enmascarada de imponernos, de imponer nuestro ego, sino de practicar el perdón que nace de la compasión y cuyo objetivo final es traer paz a nuestros corazones y sanar el dolor del mundo. El perdón es todopoderoso cuando nace del amor y de la compasión, cuando desde la humildad busca sanar nuestros corazones.

Rabbi Haim Casas

https://www.mjltoulouse.com/

 

 

5 Comentarios

  1. Ángel מלאכי Giménez

    El pedir perdón y el perdonar nacen del corazón para que ambos existan.
    Gracias rabino

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  2. Ricardo

    Soy gentil por ello me permito preguntarle,: Por qué no nace de la humildad y de corazón en vez de la bondad???

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    • Haim

      Querido Ricardo: La humildad es imprescindible. Reconocer nuestras imperfecciones es el primer paso para hacer tikun adam, es decir repararnos a nosotros mismos. El perdón tiene el fin de reparar algo roto. El deseo de reparar, de traer la redención nace de la bondad de nuestro corazón que se canaliza a través de la compasión que somos capaces de tener con nuestro prógimo. Un abrazo y mucho Shalom.

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