Llenar el mundo de luz y esperanza. Parashat Vayishlaj.

Es nuestro deber hacer brotar esa luz, ser lámparas que iluminen de luz y esperanza el mundo.

Jacob continua su viaje vital, una vida que no es fácil, repleta de pruebas y de momentos duros. En la porción de la Torá Vayishlach, Jacob retoma su camino de regreso después de 20 años con Lavan en «jutz la’aretz» (fuera de Israel), y retorna a la Tierra de Israel. Ha acumulado una gran riqueza, niños, rebaños, cosas; Es difícil irse, dejar atrás todo aquello que ha logrado, el viaje es duro y es difícil establecerse de nuevo en otro lugar.

En el camino, Rachel muere; Dina es violada; Isaac muere; Esaú, con quien logra hacer las paces, se aleja; Un ángel lucha con él en el camino y en este encuentro misterioso gana su nombre, Israel, «porque te has enfrentado a lo divino y a lo humano, y has prevalecido» (Génesis 32:29).

Tu nombre será Israel ki sarita im elohim ve im anashim vatukhal, porque te has enfrentado a lo divino y a lo humano y aún así has salido adelante. Jacob ya no es aquel joven inseguro bajo las faldas de su madre. Es un hombre que ha conocido el dolor de la vida y a pesar de este dolor sigue su camino con esperanza.

Jacob es un hombre inmerso en una lucha humana, vive con ansiedad su posición como “segundón” en la descendencia de Isaac, tiene que hacerse un lugar, procurarse un porvenir. Jacob supera las duras pruebas que la vida le manda, pero no lo hace sólo, sino que lo hace a través de un encuentro, que tampoco resulta fácil, con el mundo de la divinidad. Finalmente, Jacob deja de ser Jacob y se convierte en Israel, un hombre con una visión más profunda, más espiritual de la existencia.

Israel celebra su victoria sobre la vanidad con humildad. Él es consciente de no haber recorrido este viaje espiritual en soledad, sino que en todo momento él ha estado acompañado.  “Levantémonos y vayamos a Beth-El, allí voy a construir un altar a Dios porque Él siempre me sostuvo en mi sufrimiento y nunca me abandonó durante el camino” (Génesis 35:3).

Jacob ya no es aquel hombre que hace depender su futuro en estratagemas, sino que ahora, él es un hombre nuevo que pone su esperanza en El-Shadai, el Guardián de las puertas de Israel.

Nosotros somos israelitas, es decir herederos de los valores de Israel. Nuestra misión no es disfrutar de un mundo ideal sino hacer de este mundo un mundo mejor. Somos conscientes de la belleza de la creación y damos gracias al Creador por ello, pero también somos conscientes de nuestra responsabilidad en la reparación de este mundo.

Somos israelitas, es decir, somos aquellos que se enfrentan a las dificultades humanas y espirituales con esperanza. Es nuestra fe y nuestra esperanza la que nos hará superar los retos de cada día y poco a poco, gracias al trabajo diario, aportar algo bueno a los demás, a la sociedad, al mundo.

Trabajamos con esperanza desde la humildad. Ahora que nos acercamos a Janucá me gusta recordar que nuestros sabios cabalistas no consideraban a la obscuridad como tal, sino que veían a la oscuridad como una ánfora en la que se guardaba la luz de la creación. La obscuridad no es tal, sino que es una lámpara de luz. Es nuestro deber hacer brotar esa luz, ser lámparas que iluminen de luz y esperanza el mundo.

No somos ni súper-hombres ni súper-mujeres sino obreros incansables que levantan un altar en su vida cotidiana, un altar de cosas pequeñas hechas con amor, para decir como nuestro padre Jacob: El siempre nos sostuvo en nuestro sufrimiento y nunca nos abandonó en el camino.

Shabat Shalom, 

Rabbi Haim Casas

 

 

 

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